Por unas verdinas

Pudiera parecer, leyendo las numerosas revistas de viajes, que estos debieran ser a exóticos y lejanos lugares y suponer un gran desembolso económico, sin embargo -y aunque en esta ocasión me salgo del circulo de los 300 Km- muy a menudo, desconocemos las ofertas que nos ofrece nuestro pequeño entorno.

Esta vez, como digo, excedemos el radio de los 300 Km pero creedme merece la pena. El viernes por la tarde nos dirigimos hacia el Principado de Asturias y aunque la hora de salida no es la más idónea, en ningún momento se hace pesada la conducción. Es curioso ver cómo cambia el colorido a lo largo del recorrido, de los campos de cereales y pinares castellanos, hasta la cuenca astur-leonesa de la minería. Especialmente llamativa es la caída de la tarde sobre el Embalse de los Barrios de Luna, donde dan ganas de pararse y disparar mi Nikon.

En esta ocasión, el grupo no es el habitual sino una reunión de antiguas amigas del colegio de Ana, que llevan tiempo sin verse. Ellas se conocen, pero algunos de nosotros ni las conocemos ni nos conocemos entre nosotros. Ciertamente la cosa promete, puede ser un auténtico caos o el principio de una gran amistad.

La mayor parte del grupo se hospedaron en el HR Alavera, en San Martín del Mar, donde Yeni les atendió como si en su propia casa se encontrasen.

La tarde noche la dedicamos al reencuentro y disfrutamos de una maravillosa cena en casa de los anfitriones con unas impresionantes vistas de la ría de Villaviciosa.



El sábado fue largo, intenso y bien aprovechado. Empezamos nuestro recorrido por Villaviciosa, Capital de la Manzana y, cierto es que mires donde mires, los campos son autenticas pomaradas que luego producen ese maravilloso brebaje que es la sidra. Cualquier maliayes orgulloso de su pasado, te contará que Alfonso X El Sabio le concedió a Villaviciosa la carta puebla, es decir el derecho a constituirse en Villa amurallada. También te comentará que allí paso noche, en la Casa de los Hevia, el príncipe de Gante antes de ser coronado como Carlos I de España y tras desembarcar en Tazones. No dejes de visitar la Iglesia de Santa Maria, el teatro Riera o el mercado de abastos de principios del siglo XX y que aún conserva sus puestos de venta donde encontrar los ingredientes necesarios para hacer unas buenas fabes.



La hora de la comida estaba cerca y Juan se encargó de reservar mesa en uno de los más famosos y al mismo tiempo entrañables sitios de Asturias. Su fama es bien conocida y no se trata de un súper mega fashion restaurante. Casa Xico en Mestas de Ardisana, tiene una de esas cocinas pausadas, sin agobios que hacen del buen yantar un mejor reposar. Su menú no es dilatado ni de diseño, es simplemente un menú completo con exquisitos productos para satisfacer al más exigente de sus comensales. Verdinas con pantruque y cebollas rellenas.

Con el regusto de las verdinas llegamos a Ribadesella, principal puerto de Asturias hasta que Jovellanos trasladó el tráfico marítimo a Gijón. Aunque la playa está vacía, caminar por el Paseo Marítimo es siempre agradable. De un lado una mar brava batiendo sus aguas contra las rocas, de otro, las antiguas casonas de indianos que tras hacer "las Américas" se establecieron o reasentaron en Ribadesella. Hoy en día, la mayoría se han convertido en hoteles, como el Chalet de los Marqueses de Argüelles.

Al otro lado de la ría, en el Paseo de la Grúa, Mingote se encargó de hacer un repaso a la historia de Ribadesella. Desde la prehistoria hasta la actualidad, pasando por la guerra de la independencia o la más reciente presencia de los Príncipes de Asturias. Por cierto, el Príncipe aparece decapitado posiblemente porque debido a su altura no cabía en el panel.

El paseo junto al mar ha abierto de nuevo nuestro apetito, así que una vez de vuelta y tras un breve descanso, nos dirigimos a Tazones. Después de un agradable paseo por este antiguo puerto ballenero declarado conjunto histórico artístico y a pesar de no poder disfrutar completamente de su colorido -habrá que volver de día- sí disfrutamos de una sidra en un chigre del puerto. En La Tortuga, Xico se encarga de servirnos una deliciosa sopa de pixin (rape) y unas ñoclas a la plancha y para terminar que mejor que unos quesos variados de la tierra.

Como colofón a este intenso día, Juan insiste en llevarnos a tomar una copa a un sitio que seguro nos gusta. Nada más verlo, dudas. El coche se queda aparcado en un oscuro descampado junto a una vieja grúa. El local, sin nombre visible, es una antigua tienda de ultramarinos o estanco, situado en medio de la nada, en un cruce de carreteras. Dos focos iluminan unos sillones blancos que no sabes muy bien qué hacen ahí. Igual son para sentarse mientras viene el autobús de línea. Sin embargo una vez dentro, todo cambia. Lo primero que notas es el calor de una inmensa chimenea empotrada en la pared de piedra, luego percibes el agradable sonido del jazz que inunda todo el local. Finalmente reparas en la barra, repleta de botellas de diversos colores y marcas, iluminadas de forma que confieren al ambiente una intimidad y romanticismo especiales. Kike te atiende con tranquilidad, uno a uno, sin prisas. Es como un psicólogo de la noche, apenas unas palabras y sabe encontrar el combinado perfecto para cada uno. Seco, aromático, frutal, exótico, da igual que se trate de un gin tonic u otra mezcla, él sabrá encontrar esa bebida que aun no sabes que te gusta.



La noche se acaba igual que nuestras copas y abandonamos El Gobernador, El Estanco o el Soda 917, como creo que se llama realmente, para volver tranquilamente a casa y descansar. El camino de vuelta, aún nos depara alguna nueva sorpresa que por suerte se queda en eso, un pequeño susto. La oscuridad de la noche circulando por estrechos caminos que ningún GPS reconocen hace que debamos “recalcular nuestro recorrido” para poder llegar felizmente a nuestro destino, sin embargo en una de esas curvas, algún conductor avezado, tratando de emular a Carlos Sainz deja su coche sobre dos ruedas asustando al pasaje que de forma rauda abandona el vehículo y si pudieran también al conductor.

El domingo despierta un poco amenazador pero poco a poco la amenaza se va convirtiendo en bonanza y finalmente disfrutamos de la paella de Juan contemplando la ría de Villaviciosa. Entre risas, abrazos y promesas nos despedimos hasta la próxima reunión y emprendemos el viaje de regreso.

Un abrazo y hasta la próxima.

Para ver  más fotos


Comentarios

Ana ha dicho que…
Fabulosa narración de un excelente fin de semana! Bss, Ana
Ana ha dicho que…
Este comentario ha sido eliminado por el autor.
Unknown ha dicho que…
Qué lindo Jorge como "juegas" con las palabras para describir un fin de semana perfecto, inolvidable.

Maravillloso entorno, inmejorables anfitriones y los mejores AMIG@S. Por otros 40 años más de amistad!!

Gracias a todos. besos y abrazos

La familia Meana
Peter ha dicho que…
Magnifica crónica, y muy documentada además. Solo reafirmar que las verdinas estaban excelsas, deberías imcluir un enlace a Google Maps para encontrar el restaurante, no se si sería capaz de volver yo solo.
Un abrazo a todos

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