De paseo por Zamora



El reloj de la Catedral ha dado las doce, la hora del ángelus. Como peregrinos sin destino, como los doce apóstoles, deambulamos buscando la sombra. El ambiente es caluroso. Ancha es Castilla y un sol abrasador inunda todos los rincones. Hasta las viejas piedras sudan. El aroma de los tilos flota en el aire. Ante la mirada de alguno de nosotros, un grupo de pintores plasma en sus lienzos su particular visión de una Zamora milenaria. Dos hombres cargan cuadros en una vieja furgoneta.

En ese deambular, Ana y Chacho, con su habitual curiosidad, reparan en un viejo caserón rehabilitado cuya puerta abierta respira frescor. Sus miradas inquietas, inspeccionan el zaguán intentando ir más allá y ver en su plenitud la mezcla de antigüedades y arte moderno. Cuando están a punto de sobrepasar el umbral, una voz masculina les indica que ese edificio es una vivienda y no se encuentra dentro del circuito turístico, pero antes de poder excusarse, una mujer con un dulce acento gallego les invita a pasar. Viste de negro pero no de luto. Resaltan en ella unos ojos vivos y alegres llenos de amabilidad. Su pelo corto, con cierto tono caoba brilla bajo el sol.

Entre dudas y curiosidad, uno tras otro vamos ocupando su terraza y su jardín. Desde lo alto de la escalera, nuestro hombre se despide con unas palabras que no dejan entrever su preocupación por dejar a doce desconocidos moviéndose por el interior de su jardín rodeando a su mujer.

- Perdona Asun, pero tengo que marcharme. Llámame luego.

Asun nos cuenta cómo ha llegado a vivir en aquella casa que respira historia y buen gusto. Nos cuenta de cómo aquella vivienda donde habitaba la recadera del convento, pasó a ser la casa de un arquitecto y posteriormente la suya. Nos recomienda nuevos destinos para nuestra excursión turística. Nos permite fotografiar su vida e incluso nos reserva mesa para cenar esta noche. Tras intercambiar teléfonos y correos electrónicos nos despedimos quedando emplazados, al menos, en hablar por teléfono ante la posibilidad de cenar juntos. Desde ese momento la conversación no para de remarcar la osadía de Asun y porqué no la nuestra.

El bacalao a la miel, el solomillo al oporto con pasas y piñones y una copa de Palacio de Villachica hacen que la conversación vaya por otros derroteros y olvidemos temporalmente tan extraña situación.
El reloj ha seguido marcando las horas y nuestras actividades se han ido sucediendo. Café, siesta, misa, cada uno ha optado por lo que más y mejor se adapta a sus necesidades.
Otra vez juntos disfrutamos del románico en su origen, acompañándolo con un puñado de cerezas algo caras, eso sí. Las piedras visigodas de San Pedro de la Nave han sido transportadas una a una para evitar ser cubiertas por las aguas del pantano.
De vuelta en Zamora y olvidando el calor con unas cervecitas planeamos nuestro encuentro con Asun y su marido. Nuestra portavoz toma el teléfono. Sus dedos repasan lentamente el teclado, posándose sobre los números elegidos. Un pitido, dos, aún estamos a tiempo de colgar y olvidarnos de todo, pero no.

- Dígame.
- Hola Asun, soy la portavoz.

Sorprendentemente se deciden a acompañarnos y cenar juntos, así que disponemos de apenas quince minutos para planear algo. Las mentes de Estado Mayor estudian las posibilidades, pero una vez más las mujeres aventajan en velocidad e imaginación. La decisión está tomada. Cada oveja con su pareja o pagarán cara la cena. Por supuesto no vamos a dar facilidades y pese a Carlos la mezcla en los coches es completa.

Atrás dejamos las luces de Zamora. El destino es desconocido, quizá un viejo palacio abandonado, o un caserón en cuyos sótanos se alberga el corazón de una secta demoníaca. Nuestras conversaciones rompen el silencio de la noche. Las cigarras callan a nuestro paso, tal vez sepan cual es nuestro destino, o igual temen que su canto nos desvele el secreto de la noche. Pero no nos queda más remedio que seguir adelante ¿quién dijo miedo?.
Una vieja puerta de madera, chirriante bajo sus goznes, da paso a la oscuridad. El túnel angosto y abovedado desciende suavemente. La luz es tenue aunque suficiente para evitar golpearrnos la cabeza. Unos extraños sonidos surgen del fondo del pasadizo. Son voces, pero somos incapaces de descifrar su contenido. ¿Cantos satánicos? Llegamos al final del corredor y con alivio comprobamos que efectivamente se trata de una vieja bodega acondicionada como restaurante. Nuestros temores se ven de momento calmados. No hay restos de altares al maligno ni potros de tortura ni vestigios de prácticas oscurantistas. No, no estamos con los líderes de ninguna secta, sino con dos buenas personas que han abierto su casa y sus corazones.

Sentados a la mesa y planteado el juego, las conversaciones son muy variadas. Tomás, que así se llama nuestro amigo, nos cuenta su aventura empresarial. Asun habla de su vida y de cómo se conocieron. Llegados a los postres, tanto Asun como Tomás tienen que pasar la prueba. Para librarse del pago, tendrán al menos que acertar tres parejas.
Tomás tiene las ideas claras y la mente ágil de un buen empresario. Asun cuenta con la experiencia en un trabajo meticuloso y la ventaja del instinto femenino.
Entre risas van diciendo sus emparejamientos, Arancha y Jorge, Almudena y Nandi, Montse y Jesús, Esperanza y Agustín, Alicia y Chaco, Ana y Carlos. Se han salvado, no tendrán que pagar la cena, pero no será gracias a la perspicacia femenina sino a la atención minuciosa de Tomás.

De vuelta en Zamora, ocupamos otra vez el número nueve de la Calle del Troncoso, pero esta vez con invitación. Sentados en el jardín, acompañamos las copas con el flamenco que suena en la plaza hasta que el cantaor termina por inmolarse. Hablamos de niños, de historia, de arte pero no podemos dejar de plantear las dudas que asaltan nuestras mentes.
¿Cómo Tomás es capaz de dejar a su mujer sola con doce desconocidos? ¿Cómo Asun permite esa invasión en su casa? Y peor aún. ¿Cómo Asun plantea la cena de esa noche?
- Cariño. ¿te acuerdas de esos doce desconocidos? Pues hemos quedado a cenar con ellos.

Y el tio va y dice que sí. Genial, simplemente genial.
Ya es hora de despedirnos y sólo me resta decir que ésta historia está basada en hechos reales y aunque parezca sacada de una película de Almodóvar y sea completamente surrealista, demuestra que aún queda mucha gente limpia de corazón.

Un abrazo

Comentarios

Jorge Santos ha dicho que…
(Esta fue la respuesta que recibí de Asun y Tomás)
Abrumados. Así nos encontramos después de leer los comentarios que realizáis sobre vuestra visita a Zamora y la estancia en nuestra casa. Pero nosotros pensamos que en unos tiempos como los que nos toca vivir, lo mejor que se puede hacer, es establecer fuertes y solidarias relaciones humanas, y ser generosos y abiertos porque de esa manera conseguiremos que los demás también lo sean. Así nos lo autoimponemos y así se lo tratamos de transmitir a nuestras hijas. No es frecuente lo que sucedió aquel día. La verdad es que es la primera vez que pasa, pero existió aquella "magia" especial que hizo que nos conociéramos y pasáramos un rato muy agradable juntos. Ahora pasaron los días y hoy recibimos las fotografías recuerdo de aquellas horas, y la buena literatura que las completa y explica. Sólo queremos que sepáis, todos, que nuestra casa siempre estará abierta para cuando lo deseéis y que nosotros seguimos siendo los mismos que os encontrásteis en aquella soleada mañana de sábado, tratando de descubrir un fresco patio en el casco histórico de Zamora. Jorge, te ruego que hagas extensivo nuestro saludo y nuestra misiva al resto del grupo, junto con un fuerte abrazo también para todos de Asun y Tomás.

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