Golfinger se va a Alemania

No se trata de una aventura de 007, sino del viaje que hicimos en septiembre de 2022 para llevar a nuestro Golfillo hasta Alemania y que así Javi pudiera disfrutar de él y organizar su vida en el país de los teutones.  

Primer día: Madrid-Santa María de la Huerta-Castellfollit de la Roca 

Habíamos visto el Monasterio de Santa María de Huerta desde la carretera muchas veces pero nunca habíamos parado y esta era una buena ocasión para hacerlo. La verdad es que mereció la pena hacer un alto en el camino, estirar las piernas y empaparse de un poco de cultura.

A finales del siglo XI un grupo de monjes descontentos, deciden separarse de la opulenta y extravagante doctrina cluniacense para seguir las reglas más austeras del cister observando las reglas de de San Benito. "Ora et labora". Rezo y trabajo para escuchar el silencio separándose del mundanal ruido y vivir en solidaridad para con los demás. Hacia 1150 se establecen en Huerta y comienzan a levantar el monasterio. Su construcción dura varios años y se ve afectada por la evolución de los diversos estilos arquitectónicos que van desde el románico del siglo XII hasta el herreriano del XVI. Durante todo este tiempo, el monasterio se ve envuelto en las luchas entre los reinos de Castilla y Aragón, los saqueos de las tropas napoleónicas y la tan famosa, tan nombrada y tan devastadora desamortización de Mendizábal allá por 1835. Tras la desamortización, el monasterio fue cambiando de propietarios, como quien cambia de cromos, hasta que uno de ellos, el marqués de Cerralbo,  además de pasar allí sus vacaciones de verano termina por devolver el monasterio a sus originales propietarios.

Es normal que de viaje busques lugares agradables donde repostar o estirar las piernas. No digo que Ficus &  Pérsica sea un lugar de parada obligada pero al menos ofrece algo distinto y divertido. Es como un clásico diner  americano de los años 50 con policeman y yellow cab incluidos. 

Tras este punto de avituallamiento, continuamos viaje quemando asfalto hasta Castelfollit de la Roca. Este pequeño pueblo medieval de apenas 1 Km², se levanta sobre una lengua de piedra basáltica como la del Rey León, quedando la iglesia de San Salvador dominando las vistas sobre el río Fluvia  cual Rafiki sosteniendo a Simba en sus brazos y marcando la entrada a la comarca de La Garrocha.

Un buen lugar donde alojarse, aunque sin lujos, es el Hostal Mont-Rock con estupendas vistas de Castelfollit desde las habitaciones y una buena cocina con productos locales o,  Km0 como se dice ahora. 

Segundo día: Castellfollit de la Roca-Besalú-Nimes-Arlés-Aix en Provence 

Acabas de emprender viaje de nuevo y quieres avanzar pero a pocos kilómetros de Castelfollit se encuentra Besalú y aquí tienes que parar sí o sí. Es uno de los pueblos medievales mejor conservados de España y declarado conjunto histórico artístico. Perderte por su entramado de calles empedradas tras pasar el puente, tan fotografiado como el Golden Gate de San Francisco, es todo un lujo. Además ya no hay que pagar pontazgo.

Abandonamos España por La Junquera siguiendo la ruta del exilio, la ruta que muchos españoles tuvieron que seguir tras la guerra civil. Perpiñan, Narbona, Montpelier hasta llegar a Nimes. Nimes junto con Arlés son posiblemente dos de las ciudades francesas con más vestigios de la época romana. Nos fotografiamos en La Maison Carrée, templo construido hace más de 2000 años en honor de los nietos de Augusto y que debe su buen estado de conservación a que nunca ha dejado de utilizarse. Paseamos por los Jardines de La Fontaine del siglo XVIII y considerado como uno de los primeros parques públicos de Europa. Escalinatas, canales, fuentes, grandes avenidas y hasta importantes monumentos como el Templo de Diana o la Torre Magna conforman este parque. Callejeando, en la plaza del mercado,  te encontrarás con una fuente adornada por una palmera y un cocodrilo, símbolo que también encontrarás en otros lugares de la ciudad. Éste se ha convertido en el icono de Nimes y no tiene nada que ver con el famoso cocodrilo de Lacoste sino con la victoria de Augusto sobre Marco Antonio y Cleopatra. También en plan cotilleo y culturilla de andar por casa, te contaré que Levi Strauss empezó a trabajar en sus famosos pantalones  con tela sarga de Nimes o de-nim creando todo un estilo de vida que pervive en nuestros días.  

No puedo recomendar ningún restaurante ya que tuvimos la suerte de que Nimes se encontraba de fiestas y en un food truck, vamos un puesto callejero de toda la vida, nos pusimos gochos con un tremendo bocata de queso fundido estilo raclette y a seguir viaje.

Al llegar a Arlés nos enteramos de que era el Día del patrimonio europeo por lo que los museos y monumentos estaban abiertos al público de forma gratuita, una cuestión nada baladí y digna de tenerse en cuenta a la hora de planificar viajes. De esa forma además de callejear nos colamos en el anfiteatro y recorrimos su graderío y a punto estuvimos de saltar a la arena o coso taurino, con su curiosa forma elíptica como la de Nimes. Visitamos la Catedral de San Trófimo y el Palacio Arzobispal con acceso al claustro y tratamos de descubrir rincones de los cuadros de Van Gogh como el puente de Langlois. Finalmente paseamos por  Alyscamps,  la antigua necrópolis romana, extramuros para evitar que los cadáveres se amontonaran por las calles,  donde fue enterrado San Ginés tras su decapitación. También por aquí junto a la Iglesia de San Honorato y, pese a la rima, pasearon sus huesos, pinceles y caballetes Van Gogh y Gauguin.


Terminamos la jornada llegando a Aix-en-Provence con el tiempo justo para acomodarnos en el Hotel Paul y salir a dar una vuelta y cenar en Le petit Verdot. En ese paseo nocturno, nos encontramos una ciudad dominada por las llamas. Cada esquina, cada avenida, cada fuente y muchos de sus edificios resplandecen bajo el fuego de las hogueras. No sé si el motivo era el Día del patrimonio europeo u otro, pero el espectáculo es espectacular, valga la redundancia. 

Tercer día: Aix en Provence-Rustrell-Rousillon-Gordes-Avignon. 

A la mañana siguiente, vemos que Aix-en-provence es luz y agua, no en vano disfruta de un alto porcentaje de días soleados y fuentes a tutiplén adornando plazas y plazoletas o simplemente estando ahí, en medio de la calle.

Es una ciudad impresionante e impresionista, aquí nació y vivió Paul Cezanne y varias rutas te llevarán a su casa, a su estudio y a diversos lugares donde desplegó su caballete. Aquí compartió su infancia con  su íntimo amigo Emilio Zola hasta que un "más tú que yo" arruinó o al menos enfrió esa relación. 

Entre teatrillos improvisados al aire libre y coloridos mercados callejeros, donde no faltan los girasoles, seguimos descubriendo la ciudad y sus fuentes.

Otra de las sorpresas es el museo Granet que lógicamente debe su nombre al legado que Monsieur Granet hizo a la ciudad después de dejar la dirección  del Louvre y retirarse en Aix. Son más de 4000m², más de 12.000 obras entre pinturas, esculturas, grabados y dibujos que abarcan varios siglos de arte haciendo especial énfasis en la pintura francesa del XIX con pintores tan destacados como Cezanne, Monet, Van Gogh, Renoir o Degas.

Aix-en-Provence da para mucho más pero debemos continuar viaje. Avignon figura como final de etapa pero antes tenemos previstas algunas paradas intermedias.

La primera la hacemos en Rustrell o el Colorado de la Provenza. Se trata de una interesante zona montañosa esculpida por la erosión y por las antiguas canteras de ocre (oxido de hierro), activas hasta bien entrados los años 90 del pasado siglo. Aunque el acceso al parque es gratuito, el aparcamiento es de pago con lo que en cierta forma se limita la afluencia. Una serie de rutas de diversa longitud y dificultad nos adentran en este colorido paisaje de amarillos, rojos y anaranjados.

No muy lejos dentro de la misma paleta de colores, llegamos a Rousillon incluido en el conjunto de los pueblos más bonitos de Francia. Tomarte un café en una terraza, trastear en las tiendas de artesanía o simplemente pasear por sus calles es suficiente para disfrutar en Rousillon, aunque también puedes visitar "El sendero del ocre" y adentrarte en las antiguas canteras.

Gordes es nuestra última parada antes de Avignon. Colgado de una colina presidida por un imponente castillo se encuentra este pueblo medieval y tan típicamente provenzal. Buenas vistas, calles empedradas, precios caros y algunas conchas jalonando el camino francés a Santiago de Compostela.

Por fin llegamos a Avignon y tras hospedarnos en el Garlande Hotel Avignon Centre y cenar en Le Vintage, decidimos darnos un paseo, no exento de tensión e incluso de un poco de miedito. Resulta que a la pregunta de un vagabundo, en francés, no se me ocurre otra cosa que contestarle, en español, y cual es la sorpresa al comentarnos que él es español. Pues, desde ese momento no se despega de nosotros, contándonos sus andanzas y dirigiendo sus pasos junto a los nuestros. Nuestra inquietud va en aumento y no sabemos como librarnos de tan embarazoso amigo. Empleamos todo tipo de tretas e incluso le hacemos creer, o eso creemos nosotros, que soy policía en misión especial con la Gendarmerie, pero ni con esas. Después de dar vueltas sin rumbo por calles alejadas de nuestro hotel, para despistar, y aprovechando que nuestro acompañante hace una parada para vaciar la vejiga, nos escabullimos como podemos. Durante el regreso al hotel, un tanto acelerado, no dejamos de volver la vista atrás para comprobar si nos sigue. Mañana visitaremos Avignon. 

Cuarto día: Avignon-Annecy.

Recuperados del encontronazo de ayer noche, aunque mirando cautelosamente cada esquina, comenzamos  nuestra ruta por Avignon visitando el Palacio papal o Palacio de los papas.

El asunto de los papas de Avignon (siete en total) es un tanto complicado. Como de costumbre todo se resume en una lucha de poderes. A nuestra diestra y avalado por la gracia de Dios, el papa Bonifacio VIII. A nuestra siniestra y con todo el poderío que le otorga el titulo, Felipe IV rey de Francia. El enfrentamiento se inicia por la exigencia del pago de impuestos al clero a lo que el Boni se opone rotundamente. Vamos un "quítame allá esas pajas". El asunto de fondo es que el primero quiere restablecer la independencia de la Iglesia y el segundo mantener el control sobre el nombramiento de cardenales. Finalmente tras unas amenazas de excomunión contra Felipe IV y unas duras acusaciones de herejía, blasfemia y hechicería contra Bonifacio, el bueno de Bonifacio sufre un atentado, con secuestro incluido, a resultas del cual fallece tras conseguir huir a Roma. Tras su muerte, el nuevo cónclave elige a Clemente V, más favorable a las tesis francesas, quien fija su residencia en Avignon, iniciándose así el periodo de los papas de Avignon. No obstante, no debemos confundir el traslado del trono de San Pedro a Avignon con el posterior cisma de occidente, cisma de Avignon o del antipapa, pero esto es otra historia.

El puente de Avignon, originalmente puente de San Benezet o san Benito, no es que se haya quedado a medio construir sino que una fuerte crecida del Ródano se llevó lo que le falta y así sigue desde hace un pilón de años (1660). La leyenda cuenta que Benezet era un niño pastor elegido por los ángeles para la construcción del puente. Como es natural, contó con la reticencia y burla de sus paisanos, pero a pesar de ello construyó el puente o al menos puso la primera piedra "que ni treinta hombres podían levantar". Tras su muerte y posterior canonización, sus restos fueron enterrados en el pequeño oratorio construido al principio del puente donde aún se veneran sus reliquias. 

Sur le pont d'Avignon

L'on y danse, l'on y danse

Sur le pont d'Avignon

L'on y danse tout en rond



Hemos quedado a cenar en Annecy con la madre de nuestro amigo Luc así que abandonamos Avignon hacia nuestra última noche en territorio francés.

El tiempo apremia y con pena debemos evitar parar en Chambery, antigua capital de Saboya, y sí, hay teorías que dicen que el madrileño barrio de Chamberí debe su nombre a esta localidad. En cualquier caso quedará para próximos viajes. Llegados a Annecy, nos alojamos en el Hotel Catalpa y nos preparamos para nuestra cita.

La cena se desarrolla en un perfecto francés del que no me entero ni papa "Je ne parle pas français". Aún así disfrutamos de la compañía, las vistas y la buena cuisine.

Quinto día: Annecy-Chamonix-Neuenburg am Rhein.

El día amanece soleado en Annecy y antes de que la bruma desaparezca del todo caminamos junto al resplandeciente lago glaciar, el lago más limpio de Europa. Cruzamos el canal de Vassé por el puente del amor haciendo lo que todos los turistas, besarnos para que nuestra unión sea eterna. Vale, sólo hasta que la muerte nos separe que es lo que nos prometimos al casarnos.  Tras tomar un café en Au Fidèle Berger y comprar sus famosas y deliciosas campanas de chocolate, que llegarán un tanto deterioradas a nuestro final de viaje, iniciamos la visita al casco antiguo. Es curioso cómo nos fascinan las ciudades con canales y cómo todos queremos tener nuestra propia Venecia: Aveiro en Portugal, Bamberg en Alemania, Venice Beach en California o ahora Annecy en Francia. También es curioso, por no decir penoso, que las conozco todas a excepción de Ampuriabrava, la Venecia de la Costa Brava. Pero volvamos a Annecy. Apenas entramos en el casco antiguo nos encontramos con el puente  de la Rue Perrière que cruza el Thiou y desde donde se ve uno de los principales activos de la ciudad, la antigua prisión y actual Palacio de L'Ille. Seguimos por el margen derecho hasta llegar al puente Morens, que fue el primer puente construido en piedra en el siglo XIV para evitar que, como los anteriores, se lo llevase la crecida del rio. Desde este puente tienes otra de las postales más bonitas de Annecy gracias al colorido de las casas que lo flanquean. Llegado a este punto mi consejo es que te dejes llevar por el encanto de la ciudad, por esta atmosfera mágica y callejees sin rumbo fijo disfrutando de un día de mercado. 

Pero no podemos despistarnos ya que tenemos cita con el Mont Blanc. Bueno a decir verdad la cita es para subir a la Aiguille du Midi (Aguja de mediodía) y en teleférico, no os vayáis a pensar. El paisaje se va haciendo más abrupto a medida que avanzamos por el valle de Chamonix y podemos vislumbrar sus cumbres nevadas. Desde el aparcamiento parece mentira que se pueda ascender hasta tan alto en apenas 20 minutos. La ascensión hasta la cumbre está dividida en dos tramos de teleférico y un ascensor. El primer tramo va desde Chamonix (1035 m) hasta la estación intermedia de Plan de L'Aiguille (2317 m). En el segundo tramo asciendes hasta la base de la aguja (3777 m) donde puedes disfrutar además de las impresionantes vistas, de las diversas instalaciones y exposiciones como el tubo, el espacio vertical o el museo Mont Blanc dedicado a la historia del alpinismo. En el último tramo, subes en un ascensor hasta la parte superior de la aguja (3842 m) donde se encuentra la máxima atracción, el paso al vacío, un pequeño espacio acristalado donde accedes con pantuflas para no deteriorarlo ni ensuciarlo  y que te proporciona la sensación de estar flotando en la inmensidad, rodeado de picos y nieve.

Mientras disfrutas de las vistas, si tienes un buen día, voy a contarte algo de culturilla sobre el teleférico. El primer proyecto de 1905, se debe a los ingenieros suizos Feldmann y Srub y tiene su punto de partida en Les Pelerins, localidad cercana a Chamonix. En 1924, para los primeros juegos olímpicos de invierno, se inauguró el primer tramo y tres años más tarde el segundo, pero diversos problemas hicieron que el proyecto del último tramo, el del ascensor, fuese considerado como imposible en aquel momento. Años más tarde, los efectos de la          II Guerra Mundial hacen que el proyecto se aparque temporalmente. En 1954, se reanuda el proyecto pero con un nuevo trazado, el actual, partiendo de Chamonix. Para la construcción del segundo tramo de teleférico, sin pilastras de sujeción, un grupo de alpinistas de la zona tienen que transportar el cable de acero de unos 1700 m y una tonelada de peso hasta la Aiguille y luego hacer un descenso en rapel de 1500 m hasta Plan de L'Aiguille. Como te puedes figurar, esta obra de ingeniería no ha estado exenta de incidentes, accidentes diversos, algún atentado y hasta la fuga de uno de los administradores con 10 millones de francos de la venta de entradas porque, eso sí, un poco caro es, pero merece la pena.


Lo más importante, no te olvides de llevar ropa de abrigo, gafas de sol y protector solar aunque no vayas a caminar y sobre todo espero que no te dejes la cámara en el coche. Ahora desde Chamonix y con la vista puesta en el Mont Blanc a disfrutar de una buena fondue de queso  en Brasserie Le Boccalatte y continuar viaje.

Suiza es un paraíso, al menos fiscal, y, quizá por eso, es también algo caro para pernoctar, así que buscamos alojamiento en Neuenburg am Rhein, primer pueblecito en territorio alemán. Debido a la globalización, encontramos un modesto Hotel Check Rhein con restaurante vietnamita incluido Ngon Ngon donde recuperamos fuerzas con un ramen antes de descansar.

Sexto día: Neuenburg am Rhein-Friburgo-Ingolstadt

Aquí estamos, en nuestro último día de viaje y ya en territorio alemán tras haber recalculado el recorrido para evitarnos pernoctar en Suiza. No podemos realizar demasiadas paradas así que tenemos que priorizar y dejar lugares como Colmar para otra ocasión y nos decidimos por Friburgo de apellido Brisgovia. Empezamos nuestro paseo en la plaza del ayuntamiento o de los ayuntamientos ya que aquí se juntan el antiguo con el nuevo, siendo el nuevo más antiguo que el antiguo, un autentico galimatías. Pasamos por delante de la Casa de la Ballena, alojamiento temporal de Erasmo de Rotterdam quien fue bastante crítico con la ciudad. Abordamos la plaza de la Catedral donde sobresalen los edificios de la Casa del Grano utilizada como sala de fiestas en el s XVII, el Almacén histórico o edificio de la aduana y por supuesto la Catedral, que tardó en construirse más de trescientos años y cuya campana Hosanna, con sus 750 años, sigue anunciando, con su repicar, que no sufrió ni un solo rasguño durante la II Guerra Mundial.  Abandonamos la plaza de la catedral y nos encontramos con esos graciosos canales o Bächle que según cuentan eran para abastecer la ciudad de agua limpia y potable desde el siglo XII y utilizados también como recurso contraincendios, aunque imagino que también portarían otras aguas no tan beneficiosas. Actualmente se han convertido en un atractivo turístico donde graciosas figuras de ranas y barcos compiten por llamar tu atención. La leyenda, porque sin leyenda no hay atractivo, dice que si, por casualidad, introduces un pie en ellos terminarás casándote con un lugareño o lugareña. Seguimos por Konviktstrasse, una calle llena de vida y pequeñas tiendas de artesanía y paquecos,  hasta desembocar en  la Puerta de los Suebos. Continuamos disfrutando de un ambiente bohemio por Inselstrasse y Gerberaustrasse donde nos llama la atención un comercio un tanto ecléctico y divertido Lust auf Gut conceptstore para finalmente terminar nuestra ruta por el Altstadt en la Puerta de  Martín, otro vestigio medieval que gracias al empecinamiento de unos frente al supuesto avance de la modernidad de otros se salvo de su destrucción. 



Terminada la visita y con el propósito de cumplir con otro de los motivos de la parada, comprarme un pijama para no escandalizar a nadie, nos movemos por la zona nueva de Friburgo. Finalmente no encuentro un pijama de mi agrado, pero sí una chaqueta de corte bávaro y aprovechando las rebajas tras la Oktoberfest me hago con ella y a punto estoy de llevarme también unos pantaloncitos cortos de cuero con sus tirantes y todo.

Y esto no da para más amigos, nos despedimos de  Friburgo, de apellido Brisgovia, para dirigirnos a Ingolstadt, punto final de nuestro viaje donde nos esperan David y Luisa.  Mañana regresamos a Madrid, esta vez en avión, dejando a Golfinger en estas tierras alemanas al cuidado de Javier o viceversa.   

Espero que esta información te pueda ser de utilidad si alguna vez visitas alguno de estos lugares y si no, al menos me servirá a mí para que dentro de unos años, ya viejito,  pueda recordar este viaje tan interesante, tan ajetreado y en tan buena compañía. 

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