Paseo por Madrid

 Este paseo puede durar unas dos horas aproximadamente, dependiendo del ritmo de tus acompañantes y lo que te enrolles con las explicaciones. 

Hemos quedado a las doce en la Plaza de Oriente, de tal forma que durante el paseo nos de tiempo a tomar el aperitivo e incluso a comer después en ese Madrid tan clásico e interesante. 

El punto de partida nada tiene que ver con el resto del itinerario, pero a fin de cuentas soy yo el que decide el itinerario y ya está. Mariano Benlliure diseñó este homenaje al heroísmo bajo el patrocinio de la Reina Victoria Eugenia, esposa de Alfonso XIII,  y costeado por suscripción popular  de las mujeres, madres y esposas de los soldados caídos en la guerra del Rif. El Cabo Noval, nacido en Asturias, entrego su vida alertando a sus compañeros de la trampa que los rifeños querían perpetrar sobre las tropas españolas con la advertencia de que disparan sobre él. "¡Tirar, que vengo entre moros! ¡Fuego! ¡Viva España!".

                       

Pero vamos con el recorrido que nos ocupa. En el centro de la Plaza de Oriente, se encuentra la estatua ecuestre de Felipe IV (1605-1665). Lo primero a destacar, es la postura del caballo, en corveta. Es decir sobre sus dos patas traseras, cuyo significado es que el jinete murió en combate. Recordando la tradición escultórica tenemos que, dependiendo de la postura del caballo la muerte del jinete ha sido distinta.

Sobre cuatro patas, muerte natural.
Sobre tres patas muerte por heridas sufridas en combate.
Y finalmente, sobre dos patas muerte en combate. Caso curioso el que nos ocupa pues Felipe IV murió de muerte natural debido a unas fiebres. Pero incluso esto, o la megalomanía de algunos, debería ser caso de estudio aparte.

En cualquier caso, lo interesante de esta escultura es la enorme participación en su confección así como en su resolución científica. El diseño corresponde al escultor Pietro Tacca, los bocetos iniciales así como los finales a  Diego de Velázquez que tuvo que reformarlos y la solución  técnica a Galileo.

Parece ser que el primer boceto no gustó al Rey o a la Reina (nunca se sabe) y hubo que cambiar el busto por lo que la estatua estuvo secuestrada en palacio por tiempo. Otra curiosidad es que para su construcción hubo que contar con la ayuda de  Galileo quien aconsejó que la parte delantera fuese hueca y la trasera maciza y poder soportar así el peso de la misma. Finalmente la estatua, tras estar confinada en los sótanos de palacio, tuvo su actual ubicación en tiempos de la reina Isabel II en 1843.

Otro de los aspectos que llama la atención de la Plaza de Oriente es la profusión de estatuas regias que enmarca la plaza. Pues bien, estas 108 esculturas recorren la historia de los reyes de España desde sus orígenes. Parece ser que en un principio estas estaban destinadas a ornar las cornisas de palacio, pero que debido a las supersticiones de Isabel de Farnesio, esposa de Felipe V, y el temor a que un día ventoso se desplomasen sobre ella,  estas fueron cambiadas a su actual ubicación tras dormir durante años en los bajos de palacio. Todas las que están son, pero no todas las que son están, pues algunas viajaron  a los cercanos jardines de Sabatini  o incluso a El Ferrol, Vitoria o Pamplona como la de García Ramírez El Restaurador. 

                                               

Abandonamos la Plaza de Oriente para llegar a la Plaza de Ramales, cuyo nombre rememora una de las batallas  en Cantabria durante la primera guerra Carlista. Anteriormente llamada Plaza de San Juan Bautista, por la Iglesia allí construida en su memoria y destruida por José de Bonaparte (El Rey Plazuelas) en su época de reconstrucción de Madrid. De dicha Iglesia quedan unos bancos de piedra que delimitan su perímetro y hoy sirven de descanso a paseantes. En una de sus capillas,  dedicada a la Orden de Santiago, cuentan que fue enterrado Diego de Velázquez, a la sazón pintor de corte, tras sus enfermedades sufridas a la vuelta de su viaje a Fuenterrabía  para organizar el matrimonio de María Teresa de Austria y Luis XIV de Francia, nada mas y menos que el Rey Sol Luis XIV. La leyenda cuenta que sus restos aún permanecen por ahí enterrados. También cabe señalar la Casa Palacio de Ricardo Agustín de 1922 obra del arquitecto Cayo Redón Tapiz. 

Abandonamos a Velázquez en Ramales para contemplar una de las fotografías más clásicas de la Catedral de La Almudena, en la esquina de la Calle Factor con  la Calle Noblejas. Esta imagen es posiblemente una de las mejores vistas de la Catedral, así que espera un momento a que la gente se diluya y prepara tu cámara. 

                                            

Antes de adentrarnos en la Calle Sacramento, conviene hacer un receso y ver algunas pinceladas de su historia. Por un lado nos encontramos con la Iglesia Arzobispal Castrense, Catedral de las Fuerzas Armadas y cobijo del Cristo de los Alabarderos que desfila cada Viernes Santo por las calles de Madrid. Por otro, sobre el Restaurante Casa Ciriaco, autentico referente de la vida de Madrid, se encuentra el balcón desde el cual el anarquista Mateo Morral lanzo una granada camuflada como ramo de flores contra la comitiva real de Alfonso XIII y Victoria Eugenia en el día de su boda. Un monumento rinde homenaje a los allí fallecidos muchos de ellos pertenecientes al extinto Regimiento Wad-Ras. El autor, Federico Coullant-Valera, es el mismo que el del monumento a Cervantes de la Plaza de España o de la Victoria Alada del edificio Metrópoli.

Esta calle, esta cargada de historias y leyendas como la del Guardia de Corps Echenique conocido entre sus compañeros por su fama de mujeriego y conquistador. Al parecer, desde uno de los balcones de esta calle, una bella mujer reclamaba su atención y, como era de esperar,  el buen Echenique acude solícito a la llamada de tan angustiada dama para prestarle sus servicios. Tras una noche de pasión, el Guardia regresa ensimismado, por no decir embobado,  a su catre en Palacio. Al llegar al mismo, se percata de la falta de su sable y rápidamente vuelve sobre sus pasos buscando el balcón. Su sorpresa no puede ser mayor al comprobar que el edificio donde ha pasado tan agradables momentos no es mas que una ruina de escombros entre los que sí aparece su sable. Perplejo y al mismo tiempo arrepentido, ofrenda su sable y el resto de su existencia a la vida religiosa.

Otra escabrosa leyenda, pero mucho más actual, la protagonizan dos ancianas que compartían su pasión por los gatos. Tal era su pasión, que deciden prescindir de su propia alimentación en beneficio de la de los felinos. Las penurias y la falta de alimentación acarrea el fallecimiento de ambas ancianas y los gatos para evitar correr la misma suerte deciden alimentarse de sus cuerpos. El edificio en cuestión, estaba ahí mismo y fue derribado en 1972.

Otro aspecto curioso que podemos ver en esta zona, aunque se aprecie mejor en el barrio de las letras, es lo que se conoce como casas a la malicia. No, no tengáis mentes calenturientas, pues no se trata de casas de mal vivir o de lenocinio. Veréis, Felipe II, decide trasladar la Corte de Toledo a Madrid. Ese traslado, implica también el traslado de los cortesanos y funcionarios para lo que se dicta la Regalía de Aposento, por la que los ciudadanos debían dar aposento o ceder espacio de sus viviendas a dichos funcionarios y cortesanos. ¡Vamos, dejar que unos Okupas se metieran en tu casa!. Para evitar dicho atropello, y descontentos con tal medida, los madrileños desarrollan un nuevo concepto de interiorismo, creando falsos techos con buhardillas, plantas intermedias, tejados inclinados, ventanas a distintas alturas todo para evitar la aplicación de la medida. ¿Es eso malicia o desarrollo estructural?

La plaza de la Villa es otra de esas plazas mágicas de Madrid, en ella confluyen las calles del Codo y del Cordón, también aquí se dan cita tres estilos arquitectónicos. En primer lugar, por orden de antigüedad, la Casa y Torre de los Lujanes de estilo gótico-mudéjar y considerado como el edificio civil más antiguo de Madrid. En esta torre estuvo cautivo Francisco I de Francia tras la batalla de Pavía pero tras la  firma del tratado de Madrid regresó a Francia dejando como rehenes a sus dos hijos ¡Vaya padre!. La siguiente en antigüedad es  la Casa de Cisneros (1537) de estilo plateresco. Sus balcones son de los más antiguos de Madrid y su acceso principal es por la Calle Sacramento y no por la plaza de la Villa. Variados e ilustres han sido sus inquilinos como Antonio Pérez (el que fuera secretario de Felipe II y acabase liado con la princesa del parche en el ojo, la bella princesa de Éboli); el Conde de Campomanes (ministro de hacienda con Carlos III);  Narváez (Presidente del Gobierno con Isabel II, fallecido entre sus muros) o el Conde de Romanones (presidente del Consejo de Ministros con Alfonso XIII y nacido en esta casa). Por último, nos encontramos con la Casa de la Villa, de estilo barroco. Construida inicialmente como centro de reunión del Consejo del Reino (Felipe IV), también sirvió como cárcel y como sede principal del ayuntamiento de Madrid hasta 2007. Su arquitecto inicial fue Juan Gómez de Haro, aunque en sus posteriores reformas también participaron arquitectos como Juan de Villanueva. 

                                  

En el centro la Plaza de la Villa se encuentra la estatua de Don Álvaro de Bazán, insigne marino que contribuyó a la victoria de Lepanto (haciendo uso por primera vez de tropas de Infantería embarcadas) y también facilitó el acceso de Felipe II al trono de Portugal con la conquista de la isla de Terceira.  La escultura en bronce, fue encargada a Mariano Benlliure (el mismo que realizó la del Cabo Noval) y contó con el patrocinio de la Reina Regente María Cristina (quien bordara la bandera de la Academia General Militar) y fue sufragada por suscripción popular. En la parte posterior del pedestal, pueden leerse unos versos de Lope de Vega en reconocimiento a su labor:

EL FIERO TURCO EN LEPANTO
EN LA TERCERA EL FRANCÉS
EN TODO EL MAR EL INGLÉS
TUVIERON DE VERME ESPANTO.
REY SERVIDO Y PATRIA HONRADA
DIRÁN MEJOR QUIÉN HE SIDO
POR LA CRUZ DE MI APELLIDO
Y CON LA CRUZ DE MI ESPADA.
MDCCCXCI


Abandonamos la plaza de la Villa por la calle del codo, cuya forma se encuentra perfectamente reflejada en la placa que indica su nombre. En esta calle, con apenas vistosidad, cuentan que Quevedo solía orinar en el mismo portal cada vez que volvía de parranda. Algún vecino desairado con tal comportamiento colocó una cruz con el mensaje "No se mea donde hay una cruz", a lo que el mordaz e ingenioso Quevedo contestó "No se coloca una cruz donde se mea". También se la conoce como la calle más estrecha de Madrid o como lugar de encuentros entre espadachines como el Capitán Alatriste.

Atravesamos la plaza del Conde de Miranda de aspecto apacible, pero que encierra una escabrosa leyenda sobre una mujer que ofrecía biblias milagrosas forradas con piel de niños muertos que extraía de los cementerios. Leyenda o realidad Madrid no deja de sorprendernos en cada uno de sus rincones. Al final de la calle del Codo giramos por la Calle San Justo dejando a un lado la Basílica Pontificia de San Miguel hasta llegar a la Plaza de Puerta Cerrada. Puerta Cerrada recibe su nombre de la antigua puerta de la muralla cristiana del Madrid medieval y que finalmente fue destruida en 1569. En esta plaza se mezclan la tradición del Madrid antiguo con las nuevas iniciativas para mantener viva y atractiva nuestra ciudad. En 1983 y para realzar viejas fachadas desnudas el Alcalde Tierno Galván encarga al artista Alberto Corazón varios murales o trampantojos. De los seis iniciales apenas quedan los que aquí veis. Sobre uno de los lienzos puede leerse "Fui sobre agua edificada, mis muros de fuego son" haciendo referencia a los orígenes de Madrid. De un lado la cantidad de acuíferos subterráneos que dieron nombre al Matrice visigodo (madre de aguas), para transformarse en el Mayrit musulmán y en el posterior Matrit tras la reconquista. De otro, los lienzos de la muralla, construidos en pedernal o sílex sobre los que las flechas al chocar lanzaban chispas de fuego. Así que ya sabes "esta es mi insignia y blasón"

                                                       

Subiendo por Cuchilleros, pasamos junto a Botín, declarado como el restaurante más antiguo del mundo abierto en 1725. Cuentan que Goya trabajó aquí como friegaplatos. El arco de Cuchilleros es uno de los diez accesos a la Plaza Mayor y como podéis imaginar el nombre se debe a que el gremio de los cuchilleros se asentaba en esta zona para dar servicio a la Casa de la Carnicería situada frente a la más conocida casa de la panadería. 
Otra curiosidad, es que desde este púlpito, el fraile Antonio del Colegio de San Gil, arengaba a los madrileños para levantarse contra el invasor francés. También el genial Pérez Galdós sitúa aquí la residencia de Fortunata. 

Según piso los adoquines de la Plaza Mayor, mil historias  vienen a mi memoria, pero voy a tratar de  centrarme en las que considero más curiosas. En 2017, la plaza cumplió 400 años por lo que podéis imaginar la cantidad de historias que carga a sus espaldas o sobre sus adoquines. Desde su construcción y hasta ahora, la Plaza Mayor ha sido lugar de celebraciones varias como autos de fe; ejecuciones públicas (como la del espía de Felipe IV condenado a morir descuartizado y posteriormente conmutado por la horca); canonizaciones como la de San Isidro o plaza de toros, siendo los Alabarderos los burladeros. Sobre las corridas de toros, la primera se celebró en 1614 y la última, de rejones sin muerte, con motivo de su cuarto centenario en 2017.
Otra curiosidad se refiere a la estatua ecuestre de Felipe III. Al parecer, desde su ubicación en la plaza un nauseabundo hedor la rodeaba, trataron de aplacarlo plantando árboles pero ni por esas. En 1931 un militante anarquista colocó un artefacto explosivo que además de volar las fauces del equino, esparció por los alrededores un montón de huesecillos de gorrión. Al parecer, los gorriones accedían al interior a través de la boca del caballo pero luego eran incapaces de salir pereciendo en su interior. 
Otra forma de ver  la Plaza Mayor, es a través de sus farolas que no solo dan luz a la plaza, sino que además iluminan su historia. Si te detienes en cada farola, podrás descubrir los carnavales, los ajusticiamientos, la relación con la tauromaquia, los incendios habidos o la figura de Tierno Galván como Alcalde de Madrid.

                                             

La Plaza Mayor no tiene fin, así que prometo que esta será la última historia sobre ella, al menos por hoy. 
Se Trata de una historia, digna de "Cuéntame", sobre María Inés Calderón. Hija adoptiva de Calderón de la Barca, casada y, con un Duque como amante (yerno del Conde Duque de Olivares), todo un culebrón. Actriz de profesión, dejó prendido hasta tal punto,  al rey Felipe IV, que fue invitada a tomar asiento en los balcones reservados a la Reina y sus damas. Ante la airada protesta de su esposa la  reina Isabel de Borbón, Felipe IV se vio obligado a trasladar a "La Calderona" a un balcón mas discreto conocido desde entonces como el  de Marizápalos (arco de Felipe III). Como resultado de tal amorío, nació Juan José de Austria (hijo de la tierra), quien fuera Gobernador de los Piases Bajos. Como daño colateral, la Calderona fue recluida (como abadesa) en un convento de Guadalajara del que huyo posteriormente refugiándose en la sierra  valenciana que lleva su nombre.

A pesar de no tener playa, si hay algo tradicional en Madrid y más en la Plaza Mayor, es tomarse un bocata de calamares. La Plaza y aledaños esta repleta de bares y todos presumen de haber contado con personajes ilustres entre sus visitantes como Quevedo o Hemingway. Para hacer un alto en el camino, yo he escogido el tradicional La Campana  en el acceso a la plaza por Botoneras.

Tras este pequeño receso, abandonamos la plaza Mayor por la Calle de la Sal, donde antes de toparnos con la Posada del Peine, vamos a encontrarnos, como si de la Rue 13 del Percebe se tratase, con unos magníficos murales del genial Mingote evocando los personajes de Fortunata y Jacinta e incluso del propio autor Pérez Galdós.

                       


En el primer número de la Calle de la Sal, se encuentra la que posiblemente sea la tienda más pequeña de Madrid la Cordonería Fillola.

La Posada del Peine, está considerada entre las más antiguas de España (1610) y según cuenta la leyenda, su nombre se debe a que cada habitación contaba con un peine para el acicalamiento de sus inquilinos, pero un peine que para que no fuera sustraído se encontraba atado al lavabo. En la actualidad pertenece a la cadena hotelera Petit Palace con un precio de 230€ por noche.

En lugar de llegar a Sol por Postas y Mayor, que sería lo más tradicional, vamos a acceder por  Pontejos y Correo, porque el Marques viudo de Pontejos es un singular personaje al que Madrid le debe mucho.  Joaquín Vizcaino y Martínez Moles fue corregidor de Madrid (Alcalde) y a el le debemos mejoras en el saneamiento, alumbrado y empedrado de la Villa. También le debemos cosas tan sencillas como la numeración y nomenclatura de las calles o la existencia de aceras. Casado con Mariana de Pontejos (18 años mayor que él y por dos veces viuda) fue el único marido que la sobrevivió. Impulsor de la Caja de Ahorros y Monte de Piedad de Madrid y de los primeros parvularios. Hoy, la calle es un perfecto escaparate de mercería, paños y pasamanería.

Por fin llegamos a la Puerta del Sol, epicentro de España. Pero más allá de las clásicas imágenes del Oso y el Madroño, de la estatua de Carlos III (El Rey Alcalde), de la foto de los pies sobre el Km 0 o de la boca-pecera del metro, vamos a ver otras historias.

Por ejemplo, ¿sabrías decirme el nombre de las diez calles que parten de Sol? Ya te he dado una pista, son diez:
Alcalá, Carrera de San Jeronimo, Espoz y Mina, Carretas, Correo, Mayor, Arenal, Preciados, Carmen y Montera.

Vamos por partes y poco a poco. La primera esquina en la que quiero que os fijéis es la correspondiente a Mayor y Correo. Hoy, una amalgama de locales de comida rápida pero antaño, la Casa Cordero o casa maragato albergó a la afamada fonda La Vizcaína primera en servir comidas de corte europeo. También conocida por ser una de las primeras edificaciones destinadas a vivienda como conocemos ahora y desgraciadamente por ser lugar donde ETA perpetró uno de sus atentados asesinando a 13 personas.

La siguiente esquina, es la que hoy ocupa La Mallorquina, que durante el siglo XVII fue un lupanar, una casa de lenocinio o lo que hoy vulgarmente conocemos como casa de putas. Las damiselas que ahí ejercían su profesión recibieron el cariñoso nombre de "soleras" . Con el paso de los años estas se han trasladado a la Calle Montera y no cuentan con un local tan bien habilitado.

Cambiamos de esquina y nos centramos en la Calle Arenal. Posiblemente se trate de una figura que te haya pasado inadvertida o incluso que no supieras de su existencia. Se trata de Diana cazadora o Venus lo que es una curiosa contradicción ya que Diana es la virginal  diosa de la caza y Venus es la diosa del amor y belleza a la que se atribuyen numerosos amoríos con lo que su virginidad es cuestionable.  En cualquier caso, la imagen llegó a España sobre 1625 para coronar la fuente de la Fe. El original se guarda en la Casa de la Villa y fue bautizada con el nombre de Mariblanca por los aguadores de Madrid debido al reflejo del mármol al llenar los cántaros de agua.

                                                          

Para despedirnos de Sol qué menos que hacer una mención al reloj que ha marcado nuestras vidas cada Nochevieja aunque últimamente estemos más preocupados por los vestidos de la Pedroche. El relojero español, afincado en Londres (hoy deberíamos decir London) José Rodríguez Losada, invierte tres años en su construcción y finalmente lo dona al Ayuntamiento de Madrid en 1866. De él podemos decir que tan solo tiene un atraso de 4 segundos al mes y que desde 1962 transmite sus campanadas por TV, pero cuidado de no confundir los cuartos con las señales horarias. 

Entramos en el tramo final de nuestro paseo por Madrid, se trata de la Calle Arenal que encierra algunas curiosidades, anécdotas o historias. Una de las curiosidades es que en 1896, el Ayuntamiento decidió pavimentarla con corcho para disminuir los ruidos producidos por carruajes y caballerizas. Tal medida, inicialmente satisfactoria para los vecinos, que podían así descansar por las noches, pronto se torno en desastre ya que las lluvias  y pisadas terminaron por estropear el pavimentado. Así que se volvió al solado tradicional y los ruidos.

Una parada obligatoria, especialmente si vas con niños, es el n.º 8 de Arenal, donde vivió el Ratoncito Pérez. La historia del Ratoncito, fue escrita por el jesuita Luis Coloma por encargo de la Reina María Cristina para calmar los miedos del niño Alfonso XIII (apodado Bubi). En el cuento, el Rey Bubi I recibe la visita del pequeño roedor tras perder su primer diente. Gracias a un hechizo, Bubi se convierte también en ratoncito y juntos emprenden su labor de recolección de los primeros dientes de los niños de Madrid terminando su aventura en la residencia de los Pérez (una caja de galletas Huntley, las favoritas de Bubi). 

Hay dos rincones que definen la personalidad de la Calle Arenal a escasos metros uno de otro. De un lado la pequeña librería de madera adosada a San Ginés que lleva abierta desde mediados del XIX. Es como si fuese una sucursal del "Cementerio de los libros olvidados" de la genial obra de Carlos Ruiz Zafón "La sombra del viento". Por otro lado, al fondo del callejón, la chocolatería San Ginés, abierta desde 1894 y con sucursales en Tokio, Osaka, Bogotá o Shanghái. Sus mármoles blancos y sus azulejos son un clásico para degustar el primer chocolate del año. 
                                          

La Iglesia de San Ginés es por si misma motivo de una visita por el gran numero de obras que alberga  y debido a que es una de las más antiguas de Madrid, también es motivo de múltiples leyendas. Sin ser leyenda, podemos decir que ahí fue bautizado Francisco de Quevedo o que en ella reposan los restos de El Corte Inglés (tanto Ramón Areces como Isidoro Álvarez están ahí enterrados). pero vamos con los hechos escabrosos que tanto morbo despiertan en todos nosotros. Cuenta la leyenda que allá por 1353, unos ladrones entraron a robar los cálices y joyas de la Iglesia y que al percatarse de la presencia de un anciano penitente, también a este le arrebataron la cabeza. Días más tarde el anciano decapitado empezó a merodear por el templo hasta conseguir que los ladrones fueran identificados, detenidos y ajusticiados y de esa forma poder él descansar en paz. Otra curiosidad que no leyenda es que hasta hace bien pocos años, un enorme caimán disecado descansaba a los pies de la Virgen de los Remedios. Por último y como demostración de sus joyas artísticas, comentar que en una de sus capillas se encuentra el cuadro "Expulsión de los judíos del templo" lienzo pintado por El Greco en torno a 1610. Durante años no se consideró su autoría y fue arrinconado hasta que una vez demostrada luce, eso sí en horarios muy limitados, para disfrute de todos. 

Un poco más adelante, en el número 19, nos encontramos  con el que fuera uno de los mejores hoteles de Madrid, el Hotel Internacional donde cabe destacar las ménsulas que adornan su fachada unas cubiertas pero otras mostrando sus voluptuosos pechos, por lo que también es conocida como la casa de los pezones.

                                              

Y ahora sí que sí llegamos al final de nuestro paseo. La Plaza de Isabel II o popularmente conocida Plaza de Ópera marca el final de nuestro paseo por este Madrid tan apasionante. 

Ahora os recomiendo que en función de vuestras apetencias, necesidades y posibilidades disfrutéis de la gastronomía en La Taberna del Alabardero, La bola o el cien montaditos.

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