¿Te gusta conducir?
Es temprano, unas tenues luces iluminan débilmente la calle. Como cada mañana cobijado bajo mi boina azul salgo de casa para dirigirme al trabajo. Hace frio, como casi todos los días a estas horas. Tras emplear unos minutos en quitar el hielo del parabrisas y calentar un poco mi Toyota, enfilo la avenida Madre Teresa. Las luces de Pristina van quedando atrás. Ya son sólo un recuerdo en mi mente. Ahora, tengo que concentrarme en la carretera. Vigilar atentamente las placas de hielo, averiguar dónde está la separación de los carriles e imaginar dónde termina la carretera y comienza el arcén que no existe. Una densa niebla lo cubre todo. Bueno creo que es niebla, también puede ser que me encuentre camino del cielo. Sí, eso debe ser porque allí al fondo veo una luz, debe ser la puerta del cielo. Con la emoción contenida me voy acercando a la luz. ¡Cuidado Jorge! No, no era la puerta del cielo era un coche tuerto como de costumbre, un poco más y me la doy. Tras este primer aviso trato de co